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Mario Brigante


Mario Brigante, nacido el 18 de enero de 1940 en Lobos, es un ex ferroviario y su trabajo fotográfico estuvo centrado en el registro del acontecer de la localidad de Empalme Lobos.

Izquierda: en su laboratorio fotográfico. Década de 1970.

Trabajo ferroviario
En el verano de 1958 entró a trabajar en el Ferrocarril Roca, en el Depósito de Locomotoras de Empalme Lobos (Departamento Mecánica Tracción) en la época de los grandes trenes de mercancías, granos, ganado y pasajeros.

Las primeras experiencias en la preparación de las locomotoras a vapor fueron las de cargar combustible, agua y carbón con el elevador a motor (cuando no andaba, tenían que cimbrear en manual). "En el caso de las petroleras las arribaban al surtidor los movedores habilitados, pero a veces sin la vista del encargado lo hacíamos nosotros. Cooperábamos en el encendido del fuego para levantar vapor a la caldera y timbrearla a 16 o 18 kg. También dando vuelta a las máquinas en la mesa giratoria. En alguna oportunidad salimos con el guinche a la playa de maniobras para asistir a algún descarrilamiento que se producía.", recuerda Mario.

"Luego a las locomotoras que llegaban de prestar servicio teníamos que alistarlas; un operario arribaba de la misma en la caja de fuego, sacaba el emparrillado de grillas para que cayera el fuego, y el otro abajo de la máquina la hacía volcar en la zanja. No se sabía cuál era el mejor lugar, arriba de la locomotora se quemaba junto a la caja de fuego y abajo se ahogaba con el humo y la carbonilla, sin casco y sin protección. ¿En aquella época dónde estaba la reglamentación de higiene y seguridad en el trabajo?"

"Después, en el ajuste, ayudábamos al ajustador en la reparación de las locomotoras, lubricando y ayudando con las bielas y los cilindros. En el dropping, se bajaban los ejes para reparar los bronces, luego buscando materiales en el petitstore, también plombagina para pasarle a la caja de humo y demás accesorios, quedando un tono negro mate uniforme, y limpieza general a la locomotora (los aspirantes decían 'foguistearlas')".

"Al pasar a la caldería ayudamos en la limpieza de la caja de humo, los tubos recalentadores, fundiendo el plomo para los tapones fusibles, cooperando con el operario en poner ladrillos refractarios dentro de la caja de fuego, etc."

"Pasado el tiempo, un día entró una máquina Diesel Baldwin color amarillo intenso, ofreciendo un gran contraste con el gris negro opaco de las vaporeras, el personal joven decía que ese era el futuro y los más viejos que les sacarían el trabajo."

Al pasar a la oficina del galpón, se controlaba la asistencia del personal, sueldos, estado del material y combustibles, etc. Más adelante ocupó vacante en la Superintendencia Distrital. En aquellos años el Distrito Empalme Lobos contaba con aproximadamente mil personas entre los galpones Empalme Lobos y de la línea, 25 de Mayo, Bolívar, Carhué, Gral. Alvear y Saladillo.

Luego de un tiempo en el servicio militar en la Marina regresó al distrito. Durante un tiempo el galpón sufrió transformaciones para adaptarse a la tracción Diesel: nuevo tinglado, tanques de combustible subterráneos, etc., pero no prosperó. En 1977 cesó la tracción a vapor, y se trató de convertirlo en Taller de Reparación de Vagones, pero terminó en Estación de Servicio de Locomotoras. "En el interín nos mandaron de Ferrocarriles Argentinos a tomar fotografías a las locomotoras en el Depósito General de Gral. Alvear que quedaría para museo."

Mario fue transferido a Remedios de Escalada (mientras se empezaba a trabajar en la electrificación del Roca), y más adelante a la Jefatura Zonal de Locomotoras Plaza Constitución.


Arriba: Mario Brigante en la inspección de locomotoras del galpón de Empalme Lobos. Década de 1990.

"Al regresar a residencia quedaba poco del galpón Empalme Lobos, ya no existía en los turnos el zafarrancho de locomotoras en actividad, sólo estaban las máquinas a vapor radiadas que esperaban en reserva para museo ferroviario. En los noventa se desató la ola privatizadora, el personal en los lugares centrales recurrió a movimientos de fuerza para que no ocurriera el cierre del ferrocarril, pero terminó con los retiros primero voluntarios y luego compulsivos y nuestro the end."

Fotografía
Su acercamiento a la fotografía fue casual: "En unos de mis primeros viajes de vacaciones recurrí a mi vieja cámara fotográfica de 6x6 cm para registrar en imágenes los mejores momentos." Corría el año 1958 y al pasar por Buenos Aires compró su primer rollo color, del cual obtuvo transparencias para proyectar.

En el servicio militar en la Marina, en el primer translado a la Base Aeronaval Com. Espora, en un laboratorio existente en la misma aprendió algunos rudimentos del revelado y copiado.

"Al comprar mi primer máquina importante, Voigtländer, el óptico me recomendaba que tenía que aprender a memorizar la luz a ‘ojímetro’ y no ser esclavo del fotómetro."

Más tarde, Mario realizó un curso con Pedro Otero de la empresa Agfa. Luego, pasando por diferentes cámaras reflex: Kowa, Pentax, Nikon, trabajó para una editorial en la obtención de imágenes varias; en macro, en la antigua Biblioteca Nacional, y freelance, en otros lugares. En una oportunidad su trabajo fue incluido en la galería Witcomb en una exposición sobre el ferrocarril, presentando fotos con amigos de Empalme Lobos.

"Al comenzar el nuevo siglo, la renovación tecnológica de análoga a digital dejó afuera a la mayoría de la química-mecánica, y el sistema electrónico se enseñorea como un águila que no deja presa: pero ya estamos atrapados." El trabajo de Mario, que se comparte en El Álbum de Lobos, es en sus palabras, "un reconocimiento a aquellos fotógrafos que con sus pesadas cámaras, accesorios, y placas al colodión, nos dieron esas vistas y retratos que quedaron impresos para el recuerdo y la investigación."

ARCHIVO: Fotos de Mario Brigante